Luciano Andrés Valencia.
Hacia fines del siglo XIX el Imperio Otomano, que en su momento de máxima expansión se había extendido desde los Balcanes hasta Asia Central, se encontraba en decadencia como consecuencia de las pérdidas territoriales y la competencia desventajosa en que se hallaba respecto a las potencias imperialistas. La Independencia de Grecia, declarada en 1821 y concretada en 1830, marcó el comienzo de su desmembramiento. Sin embargo el Imperio sobrevivió gracias a la ayuda de Gran Bretaña y Francia que veían al Sultanato como un frente al expansionismo del Imperio Zarista Ruso, por lo que no dudaron en ayudarlo en la Guerra de Crimea.
Frente a esta situación las elites gobernantes turcas responsabilizaron a las minorías étnicas y nacionales de complicidad con las potencias rivales y de controlar la economía del Imperio. Entre 1820 y 1890 se produjeron masacres de población armenia, griega y búlgara que le costaron la vida a mas de 100 mil personas. Durante el reinado del sultán Abdul Hamid II (1876- 1908) se llevaron adelante las “masacres hamidianas” de 1894-1896 en que fueron asesinadas entre 200 y 300 mil personas pertenecientes a la comunidad armenia.
No obstante estas masacres no evitaron que el desmembramiento se acelerara, por lo que las elites turcas plantearon la necesidad de “volver a las fuentes”. El pueblo turco es originario del Turan, en Asia Central, y desde allí se extendieron hasta Asia Menor y los Balcanes en el siglo XI, para tomar Constantinopla en 1453, consolidándose el Imperio Otomano que se extendía por un territorio en el que habitaban decenas de pueblos indígenas o que habían emigrado con anterioridad. A principios del siglo XX la doctrina del otomanismo, que proponía la fusión de pueblos cristianos (eslavos, griegos, asirios, armenios) y musulmanes (árabes, turcos, kurdos, tártaros, kazajos, chechenos), fue dejada de lado por el panturquismo o panturanismo, que proponía la unión de todos los turcos desde el Bósforo hasta China. Los pueblos que obstaculizaran este proyecto debían ser expulsados, apartados o exterminados. Pero un gobierno débil y corrupto como el de Abdul Hamid no podía llevarlo a cabo.
En 1908 se produjo un movimiento revolucionario liderado por los Jóvenes Turcos, un grupo de oficiales del Ejército e intelectuales nucleados en el Comité Unión y Progreso o Ittihad, que derrocó al Sultán y restauró el Parlamento y la Constitución abolidos en 1876. Las minorías étnicas y nacionales apoyaron en un primer momento la ideología liberal y emancipadora del nuevo gobierno. Pero rápidamente los Jóvenes Turcos demostraron que su verdadero objetivo era la puesta en marcha del proceso de turquificación que imponía una nueva nacionalidad turca en el Imperio. En 1909 se produjeron en la provincia de Cilicia las “masacres de Adaná” en donde fueron asesinadas alrededor de 30 mil personas de la comunidad armenia y otras minorías nacionales. También se persiguió a los movimientos independentistas árabes de Palestina y Yemen.
En 1913, como consecuencia de la Guerra de los Balcanes, se produjo un golpe de estado por parte de la fracción ultranacionalista de los Jóvenes Turcos liderada por los Pashá Djemal, Enver y Talaat. Las pérdidas territoriales en Europa orientaron el panturquismo en dirección a Asia, con la consiguiente persecución de las minorías que no entraran en este proyecto.
Este fue el sector que llevó a cabo el Genocidio Armenio ocurrido durante la Primera Guerra Mundial (1914- 1918) en el que fueron masacradas mas de 1,5 millones de personas. No obstante no fueron las únicas víctimas del Imperio Otomano ya que también se cometieron masacres de otros grupos étnicos y nacionales.
Una de estas masacres fue el llamado “Genocidio de los Griegos Pónticos y Anatólicos”. Entre los siglos VIII y VI AC se fundaron colonias griegas a lo largo del Mar Mediterráneo donde se consolidaron ciudades-estado en la Península de Anatolia y el Cáucaso. Tras la dominación otomana, la población griega quedó asentada mayoritariamente en las regiones del Ponto y en las provincias del sudeste del Mar Negro.
Antes de la guerra hubo ataques a los griegos de la costa marítima y después le tocó el turno a los de Tracia que fueron desplazados al interior de Anatolia. Se calcula que en menos de cuatro meses fueron desterrados 400 mil griegos del Litoral Mediterráneo y arrojados a las Islas del Egeo. A las zonas despobladas de población griega se trasladaba población turca de Tracia y Macedonia para que fueran mayoría numérica. En tanto a los griegos desplazados se los utilizó en un primer momento en el Ejército para luego despojarlos de su condición militar. Allí fueron torturados, sometidos a trabajos forzados o asesinados en las “marchas de la muerte”. A los pocos sobrevivientes se les ofreció la conversión al islam como condición para no ser asesinados, y a los niños se los repartía entre familias turcas. En tanto cientos de mujeres y niñas fueron esclavizadas sexualmente en los harenes de los gobernantes otomanos.
Como sucedió con los armenios, se acuso a los griegos de haberse apoderado de la economía turca y de ser un peligro para la seguridad del Imperio. En folletos anónimos que circulaban entre la población turca se decía que Grecia era un país falso y que los comerciantes griegos enviaban dinero a los Balcanes para comprar armamento destinado a la invasión de Anatolia.
Luego se procedió a vaciar las islas del Mar Egeo de población griega mediante masacres y deportaciones. El ministro del Interior Talaat Pashá dijo que no hubo deportaciones forzadas sino éxodo voluntario. Si bien algunas personas habían optado en años anteriores por emigrar a Grecia, al que veían como un Estado Santuario, la gran mayoría fue forzada a abandonar sus hogares por las fuerzas imperiales.
De acuerdo a diversas fuentes, la cifra de muertos en el Genocidio Griego fue de entre 300 y 360 mil personas. En la actualidad la minúscula comunidad griega de Turquía conmemora anualmente el genocidio el día 14 de septiembre en reconocimiento a la caída en 1922 de la ciudad de Esmirna, protegida por milicias griegas y armenias, que fue saqueada e incendiada en medio de una masacre de la población por parte del ejército otomano.
Al igual que con el Genocidio Armenio, el Estado Turco -heredero del Imperio Otomano- se niega a reconocer el Genocidio Griego señalando que llamar “Genocidio” a estos actos “reafirma la tradicional política griega de distorsionar la historia”. La ONU tampoco reconoce que hubiera un genocidio. El Gobierno Federal de los Estados Unidos, aliado a Turquía desde los tratados petroleros de 1923, ha evitado pronunciarse al respecto, aunque algunos Estados de la Unión lo han reconocido.
Otra víctima del Imperio fue el pueblo asirio. De origen semita, se trata de una de las naciones mas antiguas del mundo, habitantes del antiguo Imperio Asirio- Caldeo que se expandió por Mesopotamia, donde conquistaron los reinos de Babilonia, Summer y Akad, y asimilaron a las tribus arameas de las que tomaron su lengua como oficial. Luego de la caída del Imperio Asirio en el 605 AC, el pueblo asirio pasó a ser minoría en territorios gobernados por otras etnias. Entre la antigüedad y la Edad Media adoptaron el cristianismo como religión nacional.
Durante el siglo XIX los asirios del Imperio Otomano fueron divididos en varios grupos de acuerdo a sus características sociales y religiosas: nestorianos, jacobitas, caldeos y ortodoxos. También se los dividió en dos castas: ashirets (tribus independientes) y rayas (subordinados) que se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Los primeros pagaban impuestos al Imperio, mientras que los segundos estaban sometidos al “derecho de pillaje” de bandas turcas y kurdas, y eran obligados a servir en el Ejército. También se les prohibía la participación en cargos públicos. Esta política de segregación evitaba que se organizaran en un frente unido contra el despotismo imperial. En 1895, paralela a las masacres armenias, se asesinó a población a población asiria de Diyarbekir y alrededor de 100 mil asirios de 245 aldeas fueron obligados a islamizarse para homogeneizar el Imperio. Se calcula que durante el siglo XIX se asesinó a 55 mil asirios.
Sin embargo, lo peor vendría durante la Primera Guerra Mundial cuando los Jóvenes Turcos llevaron adelante la “Seyfo” o “Sayfo”, nombre con el que se conoce al genocidio contra el pueblo asirio. Desde mayo de 1915 se produjeron deportaciones en masa de población asiria y armenia en las provincias de Bitlis, Diyarbekir, Erzerum, Kharbeid, Sivas y Van. Los prisioneros fueron exiliados a los desiertos de Siria y Mesopotamia. En Diyarbekir el exterminio fue comandado por el gobernador Reshid Beid. En Van, el gobernador Jevdev Bey tenía un “Batallón de Carniceros” compuesto por 8 mil hombres que realizaron terribles masacres como la ocurrida en Hakkari donde se asesinaron a 60 mil asirios en la primavera de 1915. En los años siguientes 70 mil personas fueron asesinadas o murieron de hambre en esa misma región. Estos casos muestran la participación directa de los agentes del Estado.
En el norte de Van también se produjeron masacres. El pueblo de Qochanis, que era un centro religioso asirio, fue destruido completamente. En diferentes lugares, miles de niños fueron asesinados a punta de bayoneta, y hombres y mujeres eran atados y arrojados al Eufrates. Cerca de Erzindjan los cadáveres acumulados crearon un aluvión que cambió el curso del río durante varios kilómetros. En Gulpashan se le cobró por “protección” a la comunidad, pero tras pagar la aldea fue saqueada y la población masacrada.
En su edición del 9 de octubre de 1915, el London Times publicó los testimonios del reverendo Gabriel Alexander, que señalaba que en Urmia (noroeste de Irán) fueron masacradas 12 mil asirios nestorianos, además de cometerse violaciones de mujeres y niñas, y de saquearse viviendas e iglesias cristianas.
Los asirios sobrevivientes emigraron desde los valle del Gran y el Pequeño Zab, en el sudeste de Turquía y parte de Irak, hacia otras regiones del mundo. La mayor parte vive actualmente en Irak, Siria e Irán, pero también hay numerosas comunidades en Suecia, Gran Bretaña, Dinamarca, Alemania, Francia, México, Chile, Austria, Nueva Zelanda, Argentina, Libano, Georgia, Armenia y Jordania.
Se calcula que durante la Sayfo o Seyfo fueron asesinadas entre 275 y 750 mil personas. Fiel a su tradición, el Estado Turco se niega a reconocer este genocidio.
En 2007 la International Association of Genocide Scholars aprobó una resolución con el 83% de los votos a favor que señala que “la campaña otomana contra las minorías cristianas entre 1914 y 1923 constituyó un genocidio contra armenios, asirios y griegos pónticos y anatólicos”.
No obstante es necesario señalar que estos genocidios cometidos por el Imperio Otomano no se debían a enfrentamientos entre cristianos y musulmanes. Si bien al momento de ingresar a la guerra el gobierno otomano proclamó la Yihad o Guerra Santa, los principales aliados de Constantinopla eran estados cristianos (el II Reich Alemán, el Imperio Austro-Húngaro) y su principal enemigo (el Imperio Británico) era aliado de los pueblos árabes musulmanes. Las autoridades otomanas también persiguieron a pueblos musulmanes como los árabes de Palestina y mas tarde cometerían genocidio contra los kurdos. Esto explica la buena predisposición de las comunidades árabes para recibir a población armenia, asiria, griega o búlgara. Muchos perseguidos cristianos fueron escondidos y rescatados por civiles turcos, kurdos, sirios y libaneses. Los genocidios cometidos por el Imperio Otomano no obedecieron a factores religiosos sino geopolíticos de un Estado en decadencia como resultado de sus propias patologías.
Quizá el genocidio menos conocido de esta serie fue el que tuvo como víctimas a los yazidíes, una comunidad religiosa cuyo origen se remonta al 2000 AC y está relacionada con el zoroastrismo. Sus creencias se basan en la idea de que Dios confió los asuntos del mundo a 7 ángeles, de los cuáles el mas importante es Malak Tawis o Ángel Pavo Real que creado por la propia iluminación de Dios. Cuando fue creado Adán, Dios pidió a todos los ángeles que se inclinaran ante él. Como Malak Tawis se negó, fue desterrado al infierno donde lloró durante 7 mil años hasta apagar los fuegos del inframundo. Por eso los yazidíes no creen que haya un cielo o un infierno sino que las almas transmigran a otro cuerpo en un proceso que llaman “cambio de ropa”. El hecho de reverenciar a un ángel desterrado al infierno llevó a que cristianos y musulmanes los acusaran de “adoradores del diablo”.
Se calcula que el número de yazidíes muertos fue de 300 mil, aunque algunos historiadores consideran que en realidad se trataba de Drusos (comunidad religiosa ligada al islam) o de kurdos.
La derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial significó el desmembramiento definitivo del Imperio Otomano. En 1923 se creó la República de Turquía como su heredera directa, bajo el liderazgo de Mustafá Kemal “Atatürk”, que ejerció el poder hasta su muerte en 1938. En el artículo 1°, inciso 3, de sus Principios y Propósitos, Kemal habla de “respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. Sin embargo durante su gobierno se consolidó el negacionismo de los genocidios cometidos por los Jóvenes Turcos y se continuó la persecución a las minorías. El pueblo kurdo -cuyas milicias habían sido armadas por el Imperio para que participaran en las masacres de otros grupos étnicos y nacionales- pasaron a ser perseguidos llegando a negarse su identidad nacional llamándolos “turcos de las montañas” y prohibiendo la palabra Kurdistán. En 1925 el sheij (jefe kurdo) Said fue ahorcado en Diyarbekir, en 1927 se sofocó sangrientamente la rebelión de Ishan Nurí en el simbólico Monte Ararat y en 1938 se ejecutó en Dersím por “rebelión contra el Estado” al poeta Aliser y el sheij Riza. En 1932 una ley prohibía a los griegos el ejercicio de determinadas profesiones, como las de abogado.
La lucha de las organizaciones armenias desde hace casi 100 años ha llevado a que en la actualidad decenas de países y organizaciones internacionales reconozcan el “Genocidio contra el pueblo armenio”, pero no ha pasado lo mismo con las otras víctimas del Imperio Otomano: búlgaros, griegos, asirios, yazidíes, kurdos, árabes y drusos. Se calcula que el número total de víctimas mortales de estos genocidios supera los 3 millones de personas.
Por lo tanto luchar por el reconocimiento de todos los genocidios impunes es un acto de justicia y de reparación histórica, que se vuelva fundamental en una época en donde nuevos genocidios se están llevando a cabo (como el palestino por el Estado de Israel o del pueblo saharaui por el Reino de Marruecos) con la colaboración de las mismas potencias imperialistas que desde hace 100 años son cómplices y encubridoras de las atrocidades cometidas por el Imperio Otomano y su heredero: el Estado Turco.
Bibliografía:
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- The Genocide of Ottoman Greeks, 1914- 1923: www.greek-genocide.org.
- The London Times, 9 de octubre de 1915, en: www.atour.com/history.
Luciano Andrés Valencia: Escritor argentino nacido en 1984. Sus cuentos, poemas y ensayos han obtenido premios en diferentes concursos literarios. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas Socialistas (2013), además de numerosas obras colectivas entre las que se destacan Poemas Vivos (2005), La narrativa folklórica como proceso social y cultural (2006), Historia de La Pampa (2009), Un Quijote en La Pampa (2011), Magia registrada (2013) y Cuentos bajo el portal azul (2014). Publica textos en revistas y medios alternativos de Argentina y el extranjero sobre temas tales como los pueblos originarios, el genocidio armenio, la trata de personas y las luchas populares.
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